lunes, 30 de enero de 2012

Mujeres carpinteras, el arte de la madera en manos de amazonas

En la gráfica, de izquierda a derecha: Andrea Morante Maciá, Laura de los Dolores Estrada Beltrán, Yasil Gill Padilla, Raquel Celina Maciá y Paz Mateotti Pineda.

Gerardo Ceja García

Para el sexo femenino ya no existen fronteras y la carpintería, un oficio tradicionalmente realizado por hombres, no fue la excepción. “Somos muy responsables y los compromisos del negocio los asumimos todas como personales. Somos exageradamente puntuales y la gente reconoce que hacemos bien el trabajo, además siempre estamos innovando para ser mejores”, así se expresó Andrea Morante Maciá (quien se define como carpintera por gusto y no por estudios), cabeza de este grupo de mujeres emprendedoras.
La Gaviota, nombre de la carpintería, inició en 1999, se desprendió de un proyecto generado por una asociación civil con fondos de Sedesol. Comenta Andrea: “En esos años reunimos un grupo de mujeres desempleadas, madres que eran cabeza de familia para que recibieran un curso de capacitación básica de carpintería. Eso me despertó la curiosidad de comprar mi herramienta y aprender el oficio por cuenta propia”. La razón de que fueran solamente mujeres quienes operaran la carpintería fue porque Andrea consideró que sería muy complejo que los trabajadores se dejaran guiar bajo las órdenes y supervisión femenina.
El equipo lo forman Laura de los Dolores Estrada Beltrán, actual administradora y propietaria. Ella es enfermera de profesión y técnico radiólogo en servicio. Apoya en su tiempo libre (que le queda de las guardias de hospital) con el acabado e instalaciones; así como de las compras de suministros para fabricar y de la administración contable.

Raquel Celina Maciá, mamá de Andrea, tiene 68 años de edad, es una de las fundadoras de la carpintería. Se desempeña como el “comodín”, pues fabrica, pule y se encarga específicamente de las restauraciones. Tiene la cualidad de ser paciente con los detalles, aporta trucos y técnicas para que los trabajos sean bien presentados. Muchas veces ha intentado retirarse del oficio, pero no lo ha podido hacer porque le apasiona esta actividad, además dice que el trabajo es salud. Es una trabajadora vitalicia.

Paz Mateotti Pineda, una mujer joven, mamá de una bebé de dos años y cabeza de familia. Aprendió el oficio en este taller aunque ayudó un tiempo a un familiar que es carpintero. Hoy es oficial de carpintera, audaz, muy perseverante y disponible al extremo: fabrica, corta, pinta, instala… Es la mano derecha de Andrea en el área de fabricación.
Yasil Gill Padilla, una madre de familia de tres hijos. Comerciante independiente en sus ratos libres y en el taller se encarga de los acabados y apoyo en las instalaciones. Es muy buena en la decoración, se está imponiendo el reto de manejar toda la herramienta. Todo lo que sabe de carpintería lo aprendió en el taller. Es muy sagaz para las ventas, ese es su fuerte y en el proyecto de la asociación civil es una pieza fundamental porque es la encargada de desplazar toda la mercancía que se maquile en la escuela.

Andrea Morante Maciá, psicóloga de profesión, es la responsable de los proyectos, diseños y presupuestos, así como del manejo de la página web (carpinterialagaviota.com) y del Facebook (andy morante/carpintería la  gaviota) de la carpintería. En el taller se encarga de los cortes, fabricación y pintura, así como la instalación; es la coordinadora de cada proyecto y encargada de generar la agenda del día.
Laura, Raquel, Paz, Yasil y Andrea cuando trabajan en alguna obra les toca compartir el espacio con constructores y albañiles. Nunca han sido discriminadas y la relación es de mucha camaradería. “Nos ven llegar con puertas sólidas y piensan que no podemos cargarlas por el peso y se ponen a disposición para ayudarnos a transportar los muebles. Siempre podemos ver la admiración de muchos trabajadores hacia nuestro desempeño”, comenta Andrea.
Entre los proyectos de Andrea está el de crear una escuela de carpintería para mujeres, así como una guardería para las alumnas y trabajadoras. “Es el megaproyecto que tenemos para este año, estamos reuniendo los documentos para registrar la asociación civil ante un notario. Queremos presentar esta idea a financieras internacionales que apoyan proyectos para la mujer, del mismo modo vamos a interactuar con instituciones gubernamentales y la iniciativa privada.
”Nuestro objeto social es generar el autoempleo y ser catalizadores para la venta de los productos que fabriquen las estudiantes, esto nos asegura que puedan tener un ingreso económico y al mismo tiempo puedan ser becadas mientras estudian.
”Lo que yo pude observar con los programas del CECATI, es que cuando las mujeres terminan su capacitación ahí se queda todo el conocimiento, porque no cuentan con la herramienta para tener su propia carpintería dado lo costoso que resulta montar un taller (alrededor de 600.000 pesos). Es ahí donde la escuela de La Gaviota haría la diferencia, ya que la maquinaria estaría disponible para que cada becaria pueda hacer sus proyectos, dejando solamente una cuota para el pago de servicios y el mantenimiento de la herramienta. De este modo las mujeres que se han capacitado podrían ejercer su oficio con maquinaria de punta para un trabajo de excelencia.
”Un segundo proyecto es abrir una guardería para que estas mujeres puedan hacer su trabajo sin el pendiente de correr por sus niños a casa de sus abuelas, o a sacarlos de guarderías que tienen un horario limitado y que no se ajusta a las necesidades laborales.
”En esto también tengo experiencia, ya que fui administradora y propietaria de una guardería que operaba los 365 días del año las 24 horas. Fue creada pensando en las trabajadoras sexuales, cuando monitoreaba un proyecto de investigación sobre la migración de este grupo social en el estado y el impacto en la transmisión de infecciones sexuales. Me impactó tanto ver que en los bares vivían junto con sus bebés y pensé en el riesgo al que se exponían estos menores por el ritmo de vida de sus mamás”.
Andrea nos cuenta que todas las mañanas al llegar a la carpintería se dan un “abrazo de oso”, reconocen lo mucho que se quieren y cuidan. “Abrimos la mañana con un café o un mate amargo (bebida argentina tradicional de mi país) y nos ponemos al tanto de lo que hicimos la tarde anterior. Si alguna trae problemas somos un espacio abierto para escuchar, no juzgar y encontrar soluciones entre todas. Es una empresa humana, donde podemos reconocer que todas vamos por un sueño y este trabajo solo es un medio para lograrlo.
”Somos muy divertidas, siempre trabajamos con música, y si hay alguna que nos gusta nos ponemos a bailar o cantar; somos muy carrilludas. Como mujeres y madres de familia la conversación versa sobre situaciones con los hijos o cuestiones sentimentales. Planeamos los sueños de todas, donde nos incluimos para hacer realidad los proyectos de cada una. No faltan los temas de zapatos, blusas, que la oferta de tal tienda… o la crema tal para la resequedad de las manos que nos genera este trabajo.
”Somos cooperativas con la higiene del taller, así que en los 7 días de jornada laboral es muy raro que el lugar de trabajo se vea sucio o desordenado. Nos genera mucho placer terminar un trabajo y tirar los sobrantes que ocupan lugar”.
La carpintería para estas mujeres ha representado una oportunidad de tener un ingreso fijo y prestaciones de ley. Donde las jornadas de trabajo no son de ocho horas, sino de proyectos, lo que les permite tener más tiempo libre para atender a sus familias y realizar otras actividades. La disciplina, el orden y la responsabilidad son cosa de todos los días, no solo en el taller sino en su vida diaria.

1 comentario:

  1. ¡Qué padre reportaje! Gracias por dar a conocer este tipo de empresas y organizaciones.

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